Nueva entrada en el Blog. Después de casi dos años, hoy lo uso de nuevo para poder dejar por escrito uno de mis mayores logros y la trayectoria que he recorrido hasta llegar aquí. No quiero que se me quede en el olvido ni que el tiempo diluya la importancia que esto ha tenido para mí durante muchos años. Además, puede servir para motivar a alguien o para comprender mejor esta carrera de fondo con pausas, acelerones y estancamientos.
Junio de 2010. Finalicé la
carrera y me gradué en el Paraninfo de la Facultad de Derecho en Ciudad Real. A
veces me molestaba un poco que la gente se riera o desmereciera lo que estudié,
por ser una carrera considerada como “facilona”, pero lo cierto es que hay que
reconocer que fueron tres años (aún era diplomatura) en los que, comparado con
lo que se avecinaba, no encontré grandes dificultades. Echando la vista atrás,
me doy cuenta de que tampoco me encontré con demasiados aprendizajes que a día
de hoy pueda aplicar en un aula. Pero es el trámite que hay que pasar para
obtener la titulación de maestra y, además, aporta otro tipo de experiencias
personales. El día de la graduación, tras ver el amplio auditorio totalmente
repleto, ya tuve una pequeña visión de lo complicado que podría ser trabajar en
educación. Pero eres joven, acabas de terminar la carrera, te estás graduando,
luego viene la fiesta, las vacaciones… y no te planteas nada más.
Septiembre de 2010. El
verano ha pasado. Todo el mundo da por hecho que lo que toca después de
estudiar magisterio es opositar, así que no barajé muchas más opciones. Hice
los cursos que me darían el único baremo con el que podría puntuar por entonces,
busqué preparador y comencé de lleno. Aunque, de manera casi simultánea,
elaboraré también un currículum que apenas me ocupaba una página (ni rastro de
experiencia profesional, ni de inglés, ni de formaciones o estudios
interesantes…) y empecé a enviarlo a escuelas infantiles y colegios concertados
y privados de la zona de Ciudad Real y alrededores, de los cuales nunca recibí
ninguna respuesta, ni esa ni ninguna de las numerosas veces posteriores en las que
lo volví a reenviar, cada vez más completo, hasta octubre de 2020.
Enero de 2011. Después de
4 meses estudiando únicamente la oposición (puesto que no me llamaron para
trabajar de ningún sitio) y dándome cuenta de que realmente era ahora cuando
estaba empezando a aprender cosas útiles, en enero de 2011, mi comunidad,
Castilla-La Mancha, decidió, finalmente, no convocar oposiciones para ese año. Así
que me vi sin trabajo y tirando a la basura los meses de estudio que llevaba.
Pues no. No iba a tirar ni mi esfuerzo ni mi tiempo. Aproveché lo que tenía,
modifiqué la legislación y lo intenté en Andalucía, la comunidad vecina. Mis
preparadores (eran dos; uno de los cuales ya ni siquiera vive) decidieron cancelar
la formación a mitad de curso, pero nos ofrecieron el temario completo y una
revisión de la programación en junio de ese mismo año, daba igual donde nos
presentásemos. Algo es algo. Y fue mucho, puesto que su temario ha sido el
esqueleto que siempre he usado en todas las versiones del mío.
Junio de 2011. Después de
muchos meses de agotamiento mental, con los que la ilusión de septiembre se fue
quedando atrás, llegué al examen. Era feliz solo de pensar que cuando terminase
ya no tendría que estudiar. Me daba igual la nota, si aprobaba o no, si no
trabajaba… Había sido un año difícil, demasiado encerrada en casa, solo
estudiando… estaba claro que tenía que hacer otras cosas. Y mi pensamiento se
centró más en eso que en el propio examen. Así que fui sin nervios y sola a un
campus desconocido para mí: Rabanales (Córdoba). Al bajar del cercanías, vi una
maraña de gente subiendo unas escaleras donde no cabía un alfiler. La sensación
pequeñita que ya tuve en el Paraninfo el día de la graduación, ahora se hacía
más grande: no iba a ser tan fácil, es más… puede que fuera imposible trabajar
como maestra; demasiada gente. Pero no había nada que perder. Aprobé mi primera
oposición con una media de 7.36 y un baremo de 3.5 puntos. Tal y como suponía,
no tenía nada que hacer, pero estaba más que satisfecha porque la nota no había
estado nada mal para ser mi primer año y haberme quedado sin preparación
completa a mitad de curso. Ya estaba en bolsa. Me olvidé rápido de las oposiciones
y ahora tenía otras cosas en mi mente: un máster. Me gustaba de Orientación
Educativa. El máster no me ha servido nada más que para subir baremo en la
oposición. Pero en ese momento yo no lo sabía, y tampoco me hacía falta
saberlo. Lo único que quería era hacer algo que me gustase y que me hiciera
sentir de nuevo activa. El año dedicado a tiempo completo a la oposición me
estaba haciendo sentir como una inútil, y algo que tuve claro desde aquel
momento es que no volvería solo a opositar. Desde entonces, todas las veces que
me he presentado, siempre he trabajado y opositado a la vez.
Noviembre de 2011 - Junio de
2012. El máster que quería era presencial y solo se estudiaba en
Extremadura o en Andalucía. Lo vi como una oportunidad para acumular más
experiencias, más aprendizajes y, además, tenía beca. Así que decidí bajar de
nuevo a Andalucía. Total, ya había tenido mis primeros contactos con tierras
andaluzas en los meses previos. ¿Serían esto señales de dónde acabaría?
Abril - Junio de 2013. Otro
año de oposiciones, al menos en Andalucía. Me descolgué de las fechas de
Castilla-La Mancha cuando las cancelaron en 2011. Así que, ahora, si quería
seguir en la bolsa, tenía que presentarme una vez más en Andalucía y aprobar
otra vez. Desde el examen de 2011 no me habían llamado de interina y había
desconectado bastante del tema. Estaba demasiado desmotivada con todo esto y,
por otro lado, había empezado a dar clases particulares, a dar extraescolares,
a hacer unas prácticas de la Junta en un colegio de mi pueblo… estaba bien así.
¿Por qué complicarse otra vez con el rollo de las oposiciones? Pues para seguir
en bolsa. Tenía claro que no iba a dejar de lado nada de lo que ahora estaba
haciendo, así que comencé a prepararlas de nuevo por mi cuenta, a partir de
abril, reutilizando todo lo que tenía de 2011. Pero se añadió una dificultad: la
primera vez no había supuestos prácticos; ahora sí, así que me compré un libro que
me ayudase un poco e intenté hacerlo lo mejor que pude. Mi media en el examen
de 2013 fue de 5.54 y un baremo de 4 puntos. Satisfecha una vez más porque, con
lo poquísimo que había estudiado, pude seguir en bolsa. Pero era consciente de
que, si no trabajé con la nota de 2011, no lo iba a hacer ahora (no sé si por
entonces guardaban la mejor nota de dos años; me doy cuenta de que no estaba
enterada de nada y que aquellos dos años lo hice todo bastante a ciegas). El
caso es que no me sentía con fuerzas para afrontar otro tercer proceso y
desperdiciar mis “años jóvenes” en algo que igual nunca llegaba. Ya era
agotador y eso que nunca lo tomé tan en serio como los últimos años. Supongo
que era la visión positiva que dan los veintipocos. Decidí no volver a
presentarme hasta que no me sintiera preparada o valorase que la oferta de
plazas pudiese merecer la pena.
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