He de confesar que nunca fueron mi primera opción para
trabajar, a pesar de que sabía que con la diplomatura de Magisterio Infantil
podía acceder a ellas. La simple razón por la que era reticente a trabajar ahí
es -para qué negarlo- porque la parte que más me gusta es la educativa y, por
una u otra cosa, en las Escuelas Infantiles debes compaginarla con la
asistencial, primando, sin remedio, en muchas ocasiones la segunda. Quizá por
eso he llegado un poco tarde. Pero, bueno, el caso es que he llegado… y, ¿sabéis
qué? No está tan mal.
Objetivamente, podemos destacar de ellas que son centros
perfectos para conciliar la vida familiar y laboral y, centrándonos en el
propio niño, son muy beneficiosas como espacios de interacción en el que se
potencia su desarrollo cognitivo, social, emocional y su autonomía. Subjetivamente,
puedo contar mi experiencia para lo que, inevitablemente, tengo que hablar de
la escuela en la que, hasta día de hoy, trabajo: Santa María Goretti, de
Málaga.
Llegué a ella en septiembre de 2017 como “teacher”. Pasaba
por la escuela dos días en semana para dar clases de inglés a niños de entre 1 a
3 años. En unas horas a la semana no te formas una idea completa de cómo se
trabaja en una escuela infantil, pero sí te da unas nociones o sensaciones: aunque
la escuela es antigua, la encontré limpia, organizada, con niños bien atendidos
y, para mi sorpresa, bastante bien adaptados a las rutinas a pesar de las tempranas
fechas de curso. En general, me causó una muy buena impresión. También debo
señalar el apoyo con el que me encontré al llegar; todo fueron facilidades para
dar mis clases por parte de las educadoras con las que compartía el espacio en
mi media hora de inglés por aula. Un primer contacto satisfactorio que empezó a
cambiar mi visión sobre el trabajo en una escuela infantil. Así llegamos a mi
segundo año en Goretti, en el que me metí de lleno en la dinámica de la escuela
con una sustitución en una clase de 2 y 3 años. Los comienzos nunca son
fáciles, pero no son los comienzos los que cuentan sino los finales. Tuve que
adaptarme a un ritmo frenético que nunca para y enfrentarme a aquello a lo que
tanto temía (la parte asistencial: cambiar pañales, dar de comer, enseñar a hacer
pipí, etc). Pero intenté intercalar todo eso con lo que me apasiona: asambleas,
canciones, inglés, cuentos, juegos, fichas… Y, aunque no fue sencillo, creo que
lo conseguí y terminé un curso lleno de emociones y nuevas experiencias; muy gratificante,
tanto por mí como por lo que día a día fui percibiendo de mis alumnos y sus
familias. Este es mi tercer año en Goretti. Aún es pronto para valorarlo, pero
se va aventurando positivo (más incluso de lo que pensaba) y cargado de proyectos
que se aglutinan en mi mente, lo cual me da una pista: estoy motivada y eso debe
de ser una buena señal.
Resumiendo, y tras exponer mis vivencias, en estos años he
comprobado la importancia que tienen las escuelas infantiles para los niños y
para las familias, lo agradecidas que están con todas las educadoras -que
debemos trabajar como un equipo-, el cariño que demuestran los alumnos con poco
que tú les des y/o les enseñes, lo mucho que prepara el primer ciclo de la
Educación Infantil para el segundo y la continuidad que existe entre uno y otro
ciclo.
Sin duda, quiero seguir siendo maestra del segundo ciclo.
Pero, pasar por una escuela infantil, valorar verdaderamente su importancia y su
labor y conocer su funcionamiento, me da una visión mucho más amplia y enriquecida
de la Educación Infantil y, por supuesto, un sinfín de experiencias educativas
muy sustanciales y nutritivas aplicables a cualquiera de los dos ciclos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario